INVOLUCRAMIENTO,
COMPROMISO, PARTICIPACIÓN.
DESAFÍOS LABORALES DEL SIGLO XXI
Indice
INTRODUCCIÓN
Es
lógico pensar, que en el fragor de toda crisis, se pierda contacto
con la continuidad intelectual del pasado. Pero también es cierto
que el estudio de los movimientos históricos, nos demuestra que
con los restos del naufragio, el pensamiento humano elabora una nueva
mística, con un nuevo contenido.
Los chinos desde hace siglos afirman que crisis es oportunidad.
Es difícil hallar, quien posea una perspectiva completa de su
rol en la sociedad. Las conquistas de derechos colectivos no produjo
los resultados ciertamente esperados ni han mejorado en el hombre la
persuasión de su propio valer. Pocos han sido concientizados
que ante la duda, lo mejor, lo bueno, es el bien común. Ese debería
haber sido el equilibrado sofisma a sostener.
Los griegos se formulaban grandes preguntas: el ser, el principio, la
virtud, la belleza, la finalidad y formularon sus tablas de moral y
principios de ética. No es válido dar dichos interrogantes
por juzgados y menos extraviar al hombre actual en nuevas verdades superficiales.
El hombre de nuestros días esta tan necesitado de una explicación
como aquellos, a pesar de haber sido persuadido de la conveniencia de
saltar de un idealismo riguroso a un materialismo utilitario; de la
fe a la opinión, de la obediencia a la in condición. Debemos
ser sinceros al reconsiderar si esas modificaciones de la vida moderna,
produjeron o no oportunas orientaciones para equilibrar al hombre, conmovido
por los cambios.
A algunos les preocupa más las apariencias que las verdades;
lo inmediato y personal a la visión de lo último y lo
general, donde la evolución social, les ha alterado aspectos
esenciales de la conciencia.
Es cierto que vislumbramos estar ante una revolución total, pero
tal vez mal acompañada por una visión de las perspectivas
de fondo. Los viejos ideales comienzan a esfumarse por los razonamientos
intelectuales y con ello, insensible y progresivamente también,
la medida del hombre, la que poseía como reflejo de fuerzas superiores
en las que confiaba.
El progreso se acentuó en la técnica sin humanismo o en
los movimientos sociales, pero no puede decirse que vigorizó
por si solo la intimidad del hombre.
Fueron las corrientes filosóficas los pilares de la organización
mundial, donde el perfil del trabajador ha estado siempre ligado a dichos
criterios y sobre su labor diaria desarrolló su propia realización.
A diferencia de nuestros días, los siervos de los señores
feudales, ocupaban un lugar en la economía y estaban integrados
completamente a la comunidad de aquella época, unificada por
fortísimos valores ideológicos. Estaba bien identificado
los que luchaban, los que rezaban y los que trabajaban.
Hoy,
el hombre común corre tras un festín de libertades y oportunidades
para el cual no esta invitado, tirando de un carro que no siente que
le pertenezca.
EL
SIGLO XX
El
siglo pasado vio triunfar la idea de que la producción manufacturera
tuviera como clientes principales a los propios asalariados del mismo
país o estado. Ello generó un gran compromiso entre Capital
y Trabajo, con un modelo caracterizado por la separación estricta
entre "los que piensan" y "los que ejecutan" y formas
rígidas de relaciones laborales que garantizaran un poder de
compra creciente, legislación social, contratos colectivos, etc.
Pautas que generaron en el trabajador una confiabilidad en el modelo.
Al principios del 70 en el mundo industrializado y desarrollado y con
posterioridad en los países de menor cuantía, este compromiso
entro en crisis, y entre las medidas que cada país adoptó
para superar y lograr la redituabilidad y competitividad necesaria en
un mercado ya internacionalizado, fue poner en cuestión la rigidez
de los contratos sociales, generando lo que se dio a llamar flexibilización.
Otras naciones capitalistas buscaron otros compromisos fundados en la
movilización de los recursos humanos con asalariados aliados
en la batalla por la productividad y la calidad, compromiso negociado
a nivel de la firma (como Japón), del sector (Alemania, norte
de Italia) o de toda la sociedad (Escandinavia).
Se desarrollaron simultaneamente tres modelos de organización
productiva. Los que siguen el modelo norteamericano, de flexibilización
liberal, donde el Estado abandona todo proteccionismo y planificación,
repudiando los compromisos con el sector obrero. El modelo Europeo,
donde alrededor de un centro súper calificado, con compromisos
sociales adelantados, se hallan periferias cada vez menos calificadas
y flexibles. Y la tercera división estaría dada por el
ejemplo asiático, que por el contrario planifica sus inversiones,
protege sus industrias e invierte en capital humano relacionado, sin
tener en cuenta otros aspectos sociales del hombre en sociedad.
Pero desde nuestra visión rectora, hemos sido formados en considerar
la posibilidad de proveernos a través del trabajo, de buenas
condiciones materiales de vida.
Es
una necesidad apremiante ser dignificado y sentirse en camino de obtener
el bienestar, calificados y reconocidos en nuestras esencias, comprendidos
en nuestra personalidad y en el medio circundante que define las relaciones
y las obligaciones públicas y privadas.
LA
ACTUALIDAD
Los
requerimientos de las grandes empresas se basan hoy en integridad, pensamiento
sistémico, innovación, colaboración, búsqueda
de calidad, flexibilidad, comunicación efectiva, planeamiento
y organización. Capacidades que no son temas de preocupación
en los diseños educativos de formación técnica
ni universitaria.
En concreto, la problemática laboral de este nuevo siglo está
enfocada en potenciar la productividad del trabajo del conocimiento.
Saber y saber hacer es el desafío. Y ante ese reto, donde es
necesario desaprender lo aprendido para generar la adecuación
al cambio, también se hace oportuna la reflexión filosófica.
Para Sócrates, virtuoso era el obrero sabedor que el trabajo
jamás deshonra, frente al ocioso y al politiquero. Platón
nos dice que no hay virtud específica sino un ideal del hombre,
que no es acaso más que una disposición para resolver
ecuaciones vitales con parámetros éticos.
No ha de ser solo el heroísmo, sino un estilo de vida lo que
nos permitirá decir que un hombre ha cumplido los imperativos
personales y públicos; que dio quien no estaba obligado a dar
y pudo hacerlo; que cumplió quien no estaba obligado a cumplir.
Esa virtud no ciega los caminos de la lucha, no obstaculiza el avance
del progreso, no condena las sagradas rebeldías, pero pone un
muro infranqueable al desorden. Proyecta visiones profundas hacia el
futuro, motivando la alegría del esfuerzo.
La virtud cristiana contempla al mundo lleno de tentaciones y dificultades
que debemos sortear para alcanzar la paz de nuestros espíritus.
Ya planteaba a mediados del siglo XIX Carlos Marx que: "...al llegar
a una determinada fase de desarrollo, las fuerzas productivas materiales
de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de
producción existentes, dentro de las cuales se han desenvuelto.
Se abre así una época de revolución social, donde
hay que distinguir entre los cambios materiales ocurridos en las condiciones
económicas de producción y que pueden apreciarse con la
exactitud de las ciencias naturales y las formas jurídicas, políticas,
religiosas, artísticas o filosóficas. Formas ideológicas
en que el hombre adquiere conciencia del conflicto y lucha para resolverlo,
pues de las relaciones económicas dependería la estructura
social y su división en clases con la consecuente desigualdad
de oportunidades y de su lucha, se baso la historia humana.
Pero esa operación en la que la sociedad lleva ocupada más
de un siglo, no debería necesitar de la presión piquetera
o de la amenaza y mucho menos de la sangre de la represión. Solo
la revalorización del trabajo cotidiano y el respeto al prójimo
achicarán los tiempos, donde la vida de relación y el
diálogo aparecen como medida ideal para que cada hombre acepte
su propio papel, con la corrección del egoísmo y la modificación
de esa natural sobrestimación de los intereses propios.
De
ese sentido ante la vida, que en parte procede de la formación
recibida y del clima imperante en la comunidad, depende la suerte de
la sociedad misma. Donde la felicidad es el objetivo máximo y
finalidad del afán general y no puede pasar desapercibido, que
unos han hallado los medios y recursos para procurárselas y otros
no lo han poseído nunca y de continuar así, tal ves por
generaciones no puedan alcanzarlos.
EL
TRABAJADOR
Quien
trabaja necesita fe en sus destinos y en el camino a ellos, busca la
clarividencia suficiente para entrever que el transito del yo al nosotros,
no se opera meteoricamente como exterminio de los individualismos, sino
como una reafirmación de estas en función globalizada.
¿Cómo se hace hoy para lograr que los miembros de una
organización mantengan la moral alta en un medio en el que la
re ingeniería, las fusiones, la falta de inversión están
a la orden del día, provocando incertidumbre y temor en un clima
de aparente indiferencia,. consecuencia de la desilusión y la
decepción reciente?.
Los jóvenes observan que es difícil encontrar trabajo
en todos los campos, pero aunque el contexto económico siga influyendo
sobre ellos, cada vez son más los que optan por un oficio o profesión
en el que esperan realizarse. Según una encuesta reciente, más
del 40 % de los jóvenes busca ante todo, la realización
personal y solo un 20% la seguridad.
La
oportunidad de recibir capacitación y aprovechar mejor las propias
aptitudes, constituyen el factor mas determinante para la elección
de un trabajo por jóvenes próximos a recibir su título
universitario. Se ve desplazados en preferencias valores como: Buen
Salario; Progreso a base de mérito; Seguridad en el empleo o
trabajar para empresas responsables con el medio ambiente, etc.
Esto revela que la nueva generación altamente instruida, no cree
en la desaparición del trabajo. Busca identidad precisamente
por su intermedio, asumiendo que la formación profesional es
un proceso sin fin.
Ellos se muestran pragmáticos, seguros de sí mismos, más
confiados en el esfuerzo que en el talento. Se revelan contra las falsas
promesas prodigadas por los adultos, y principalmente por dos compromisos
no cumplidos. El primero, por hacer creer que el estudio, inexorablemente
garantiza un verdadero derecho a un empleo bien remunerado. El segundo,
al atribuir el desempleo a la crisis, y un accidente provisorio, de
corta durabilidad.
Los
de menores recursos, rechazan las tentaciones que la marginalidad induce
y disciplinadamente asumen valores de sus padres en espera del reconocimiento
a méritos y esfuerzos en actitudes patronales de justicia y equidad.
EL
ESTADO
Para
la mayor parte de los intelectuales y bastos sectores de la sociedad
empresaria, la dependencia sumisa a la globalización, presuponía
una esperanza de transformación donde el sueño en la "Revolución
Productiva", la reinstalación de la "Cultura del Trabajo"
y "El Salario Justo" despertaba la adhesión más
profunda. No supo verse que esos estados fuertes y avanzados en su desarrollo
habían escogido la productividad y la desigualdad; países
con riqueza y también pobreza creciente, modelo del que, inexorablemente
no podíamos diferenciarnos.
Debemos tomar conciencia que la gestión de gobierno en dicha
materia no fue debidamente atendida porque la competencia interna de
quienes conducen, no responde a líneas ideológicas. No
existieron incentivos para elaborar políticas y sí una
búsqueda de una mejor posición en la estructura partidaria.
Las causas denunciadas en los errores o precariedad de gestión
han sido la decepción a expectativas y necesidades de los mandantes.
No se ha demostrado competencia gerencial protagónica en el señalamiento
y planteo de los problemas de la sociedad. Los dirigentes se han conducido
como un grupo distante y privilegiado, volcados al usufructo de los
cargos públicos en beneficio propio, de sus familiares, amigos
o socios.
Mientras alzan sus denuncias de ser objeto de ataques por parte de los
enemigos de la democracia, puede hoy verse que no se está ante
una campaña ideológica sino una reacción colectiva
frente a comportamientos reales y verificables de esa clase dirigencial,
su incapacidad y su falta de predisposición por articular y ocuparse
en forma competente de los intereses sociales de sus representados.
Lograr una mayor equidad en la distribución de la riqueza social
producida, es el desafío de esa dirigencia que se ha ganado un
alto grado de desafección y rechazo respecto a su desempeño.
Dirigencia que había renunciado a asumir su función orientadora
y articuladora de la agenda pública y en la cual hoy, muchos
carecen de estrategias dirigidas a recuperar ese papel ordenador y se
muestran resignados o críticos a aceptar el lugar en que han
quedado colocados. Deben asumir que están obligados a cambiar
con rapidez, caso contrario van hacia una implosión colectiva.
Solo el sentido común permitirá ir dejando atrás
ese clima de pesadilla social. Siempre existe un deseo de paulatina
construcción de nuevas bases económicas, institucionales
y culturales. Se apuesta al renacer de un nuevo y productivo escenario
social, donde los cambios alcancen la profundidad necesaria para remover
viejos vicios, abriendo el espacio para grandes transformaciones, pero
con profundo e inclaudicable respeto por la legalidad democrática.
Por ello es importante instalar el debate acerca de la responsabilidad
pública del estado de proveer e incentivar la capacitación
y formación acorde a las demandas de las nuevas formas y estilos
de gestión del trabajo y a las necesidades reales acordes al
desarrollo productivo del país.
Quedó demostrado la falacia que la reducción del estado
constituía garantía de eficiencia en la modernización.
Sin la existencia de un estado activo, los procesos de modernización
asumen graves costos de toda índole, en perjuicio directo a las
capas más desfavorecidas. No puede recargarse la totalidad de
las responsabilidades a la ambición lucrativa del capital y sus
flácidos administradores, propensos a generar actitudes de corrupción
y compromisos pre electorales en busca de sus objetivos económicos.
No solo son necesarias reformas que abarquen modos de financiación
de campañas electorales, régimen y participación
democrática interna en todas las organizaciones, idoneidad y
rendición constante de los electos.
No
es menos política la que necesita el hombre común, sino
una mejor política es lo que reclama la sociedad.
LAS
EMPRESAS
Nadie
discute ya que el trabajo manual o rutinario no es el que agrega valor
a la empresa. Pero: ¿se tiene claro que para el éxito
empresario es necesaria la interacción entre los tres tipos de
capitales: el capital financiero, el capital tecnológico y el
capital humano, producto de competencias y conocimientos?.
Especialmente
en la pequeña y mediana empresa, la gente ha cambiado más
que las organizaciones de las que depende no solo su bienestar sino
su subsistencia. Se da por asumido que nada es posible sin involucramiento,
transformación de las personas y compromiso con el éxito
de la empresa.
Esta en
marcha una nueva expresión del capitalismo, el que se caracteriza
por buscar satisfacer las necesidades del individuo/consumidor, que
busca mantener relaciones no frias transacciones anónimas, mientras
simultaneamente aprovecha todas las capacidades tecnológicas,
en busca de su luco económico y donde sus empleados son su primer
cliente, en intento por superar la frustración y la desconfianza.
Pero para
que cambie algo que trascienda afuera, es necesario que primero cambie
por dentro, desde su propia concepción.
La reorganización
laboral deberá basarse en la protección de los trabajadores,
centro referencial como hombre por sobre las exigencias del mercado,
superando la discriminación intelectual de los asalariados y
los falsos paternalismos improducentes. El menosprecio y la exclusión
deben ser remplazados por la integración y la participación
genuina y legítima.
La incentivación
a la generación de puestos de trabajo estables, reducción
de la incertidumbre, competitividad empresaria basada en la innovación,
la capacitación continua y la participación de los trabajadores
en el control de la producción y colaboración en la dirección
de ellas, deberan constituirse en habituales compromisos mutuos.
Cuando el sector empresario ha demostrado ser el más dinámico
en el ámbito social, que ha sabido incorporar velozmente el aprendizaje
como la herramienta más adecuada para sustentar y desarrollar
las ventajas competitivas, debe contribuirse para que posea los trabajadores
con los recursos indispensables para su subsistencia en el mercado.
Debe generarse
esa concepción del aprendizaje como un proceso permanente, incorporando
en forma continua una actualización del conocimiento específico,
un enriquecimiento del saber hacer y destrezas que posibiliten la efectividad
laboral en ámbitos de organizaciones dinámicos y complejos,
cruzados por la incertidumbre del entorno.
La
ética, el compromiso social, la lealtad al consumidor, la legalidad
de las transacciones comerciales, el respeto a sus dependientes, el
riesgo empresario asumido, entre otros valores, han de ser la guía
para el ejercicio gerencial productivo en la generación de riqueza
y balanza que legitime premios y castigos.
LA
EDUCACIÓN
El
sistema educativo que involucre la formación de empleadores,
profesionales y trabajadores deberá fomentar la adquisición
de competencias necesarias para participar de manera efectiva en las
nuevas formas de producción. Se hace necesario saber actuar en
un contexto de trabajo específico combinando destrezas, experiencias,
valores, cualidades personales y capacidades intelectuales imaginativas
para lograr un resultado esperado.
La novedosa organización y gestión del trabajo requiere
que se sepa seleccionar, utilizar, comunicar y compartir información,
tomar iniciativas, decidir, anticipar y proceder entre criterios múltiples.
Ser capaces de enfrentar situaciones de complejidad e inestabilidad,
lo cual supone saber actuar y esto implica combinar varios “saber”
y “saber hacer”. Lo que hoy se denomina trabajadores del
saber y del conocimiento, que por si solos no garantizan desempeños
superiores, pues solo la acción puede ser productiva.
Se deberá re inventar la educación, con nuevos contenidos
curriculares, nuevos paradigmas de enseñanza, nuevas metodologías
pedagógicas acordes a los nuevos tipos de aprendizajes. Una concepción
del aprendizaje como proceso continuo y permanente, que implique incorporar
formas de actualización de saberes y habilidades que posibiliten
la efectividad laboral y el crecimiento personal, en un mundo interconectado
e interdependiente, con mercados hipercompetitivos.
Para
el nuevo sistema productivo basado en la gestión del conocimiento
habrá que diseñar pautas que inculquen e incentiven valores
como la diversidad, la versatilidad, la reflexión, la autocrítica,
la innovación, la autorregulación responsable, el pensar,
el trabajar en equipo, la actitud crítica, analítica y
creativa para la resolución de problemas, el pensamiento sistémico.
Como antes era exigencia para sectores gerenciales, hoy se hace necesario
formar trabajadores que busquen desarrollar excelencia en su especialidad,
puedan pensar y actuar en escenarios complejos tomando decisiones en
situaciones de incertidumbre, con capacidad de emprendimientos, generando
vínculos y compromisos confiables con valores personales y sociales.
Y
generado ese marco para su desarrollo, fomentar en definitiva, la participación
democrática en busca de la justa composición de intereses,
con participación en la estructura productiva, en la responsabilidad
social del capital y la ética empresaria.
CONCLUSIÓN
Todavía
hay muchas heridas abiertas fomentadas por la desigualdad y que el progreso,
en un marco de decadencia moral, no solo no cicatriza, sino por el contrario
agudiza, conllevando al estallido y fragmentación de sectores
que tratan de sobrevivir a cualquier precio y que no han asumido que
desde aquellos jóvenes que se insertaron al mercado laboral en
las décadas del 60/70, a la incorporación actual de sus
hijos, existió la modificación en las relaciones de la
producción y consumo.
Cambios estructurales en la familia y en el tejido social, en un transito
inconcluso hacia la justicia social en democracia. Una insatisfecha
complementación transformadora entre el saber popular y el conocimiento
científico sin humanidad, que no llega a ser apaciguada por el
voluntarioso accionar de organizaciones e individuos solidarios.
Los que ejercen el poder no han asimilado que no es un atributo individual
y eterno, sino que caracteriza una relación social, creada y
mantenida por todos los que participan de esa relación, de una
duración tan efímera como los beneficios obtenidos.
Se
requiere un compromiso individual y general que obligue a desaprender
lo aprendido y devolver nuestro aporte al colectivo en el que, no solo
nos movilizamos, sino que será el medio donde se desarrollarán
nuestros hijos, nietos y generaciones futuras. Donde el placer se disfrute
con conciencia y la riqueza sea fruto del esfuerzo y del trabajo y no
de la especulación mezquina.
En este contexto, deberán hacerse lugar las organizaciones sindicales,
como legítimas representantes del mundo y los intereses de los
que solo tienen como patrimonio, su honesto trabajo diario.
La negociación colectiva deberá ser el medio idóneo
para la adaptación de las condiciones laborales a los nuevos
tiempos, nuevas formas de producción y necesidades de las empresas
modernas y marco regulador de la participación y distribución
de la riqueza generada.
Y
sus dirigentes más capaces y honestos, ponerse al frente de ellas,
concatenándose con sus representados y utilizando todo el poder
de sus estructuras al servicio exclusivo de los trabajadores representados